Estoy arreglando mi habitación-base, desalojando desperdicios mundanos acumulados durante quince años, toneladas de papeles que en algún momento fueron imprescindibles o creía que lo eran: una cursi canción a mi amante adolescente (¿dónde andará ahora?), un comunicado de un colectivo revolucionario que fundé con una novia (hay que ver lo que uno hace con tal de follar a edades tempranas), la documentación de un curso de autoempleo para periodistas (ya intuía cuál sería mi futuro), un curso de portugués al que sólo asistí tres días, varios diarios empezados, panfletos de alguna asociación anti-algo, algún proyecto inacab, un periódico checheno, recortes de periódicos de la causa saharaui, fotos de viajes que había olvidado, la contestación negativa de Anagrama al envío de mi primera y última novela (se llamaba Algo va mal y la escribí con 17 años), el boletín de FUNCIONARIOS DE PRISIONES SIN FRONTERAS (efímera ONG), una recogida de firmas para el soterramiento de vías del metro (qué hago todavía con ella?), cientos miles de apuntes fotocopiados, una libreta con deudas del xiringuito de verano (por cierto, alguno de vosotros todavía debéis algunos cubatas y un plato de tramussos), correspondencia epistolar conmigo mismo y cromos de la Liga 87-88 (sólo he rescatado el de Enrique Setién, ya ves, seguro que lo acabo tirando en la próxima limpieza). Algo de nostalgia, pero bueno, el caminante debe de desprenderse de cualquiera de sus pasados. Estoy en ese punto intermedio de cualquier proceso de saneamiento de un cuarto, es decir, todo empastrado y por los suelos.
Y me he asomado a la ventana para tomarme un respiro. Poca gente sabe que mi habitación da a la huerta. A lo lejos, he escuchado una conversación en castellano con acento ruso (¿o será ucraniano?) de un par de agricultores que, en medio del solano, asean el campo valenciano. Y los hay que se empeñan en ver la inmigración como problema. Pero ese es otro cuento o harina de otro costal. Voy a seguir escarbando, buscando reliquias (he encontrado una foto mía con García Berlanga y otra haciendole cuernos a Rappel, aunque creo que me quedaré en la que estoy conduciendo un carro de bueyes en la selva paraguaya, joé... qué tiempos!)
19 jun 2008
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3 comentarios:
Hola Walter
Llego de viaje y me encuentro con uno de tus inventarios, no sé por qué pero me animan bastante.
Yo no tiraría la foto con García Berlanga, me la quedaría tanto si es de Luis como de Carlitos.
Ánimo con la revista.
Escarbar es con B.
Me interesa esa ONG de Funcionarios de prisiones sin fronteras. Es un oxímoron en sí misma. Algún día hablaré -mal- de funcionarios de prisiones -aka carceleros-.
Las recogidas de firmas son la segunda actividad reivindicativa más patética tras las manifestaciones. Lo digo por experiencia y vergüenza propia. La más humillante es la petición de indulto al rey. El rey. ¿Cuándo dedicamos un monográfico al rey? Aunque sea para hablar bien de él. Sugiero meterlo en el número más kitsch que nos salga.
OK Pablo, gracias, ya está corregido... pues mira todavía guardo alguna camiseta de esa ONG, no sé si verás una frivolidad excesiva regalarte una.
y sobre el Rey (o rey o reí) pues algo sobre él (o Él) estamos tramando para este primer número. A ver, a ver...
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