(Transcribimos literalmente este post- de Pablo Santiago, amo de casa, periodista y colaborador/cómplice de Bostezo. Interesante es visitar asiduamente su blog www.pablosantiago.blogspot.com, que mantiene con encomiable periodicidad e intensidad narrativa)
"Sé que los escritores a veces os tomáis libertades, pero nunca te comenté nada porque no sabía qué decirte sobre tus libros". Es algo que le escribe en una carta el padre del protagonista de Californication. Es lo último que he visto en televisión, como sugerencia de una amiga para mi presunta "precrisis" de los 40. Esto no es Hollywood, es obvio, pero lo de las libertades del escritor es universal. Uno vomita en sus textos sus obsesiones, algunas vivencias -leídas, vividas o prestadas-, sus preocupaciones, algunas fantasías. Pero las palabras calan en gente que no te conoce -incluso familiares que no te conocen-, gente que se da por aludida, que se siente tocada por cierta frase, que se ve retratada en alguna anécdota. Tus textos, aunque sean posts en un blog (el protagonista de Californication también bloguea, aunque lo critique y se meta con el lenguaje cibernético del estilo gnl, mmd), no llevan manual de instrucciones, no portan un pequeño prospecto en que se indique la biografía aproximada del autor, los posibles efectos secundarios de todo texto. Para Kafka, un texto tiene que ser como un sartenazo en la cabeza. Le he leído a una escritora la ingenuidad "la literatura no mata". Tampoco engorda, supongo. No hace bueno a nadie. No ayuda a pensar, ni convence: no si el lector tiene las ideas claras. Escribo, cuento, valoro, aprecio, opino, pero no puedo controlar los efectos de mis textos. No puedo prever que parte de mi humanidad choque con otras personas. Al menos, comunico, digo algo de lo que soy, algo de lo que hago. Decirlo todo sería la locura (Deleuze, Pizarnik, Bàbel). Explicarlo todo es otra locura imposible. Con lo que cuesta a veces simplemente vivir, como para tener que contarlo... Si el escritor tiene que explicar cada una de las libertades que se toma en los textos, sería el perfecto prisionero de su texto. Y quizás sólo quien ha sido prisionero sabe lo que significa exactamente esa palabra.
1 ago 2008
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