13 feb 2008

Reflexiones en voz alta

Está creciendo algo… el encuentro con el primer número de una revista es como Paqui definiría la gestación de un crío: una cita a ciegas. Me llama Dani desde Argel para comentarme que ya ha hablado con Kamel, periodista argelino de Le Quotidien d´Orán. Hemos quedado en Orán en el mes de abril. Perfecto. Es absolutamente imprescindible contar con otras voces, otras culturas, otras gentes… como apuntó Jenny la otra noche, la revista sólo valdrá la pena si nos despojamos de legañas etnocentristas, aun siendo conscientes del terruño del que partimos.Vicente Ponce me comparte una lista de colaboradores y me aconseja que piense bien en cómo dirigirme a ellos. Se trata de convencer, de hacerse creíble, que aunque uno esté muy seguro de que esto va en serio, no será suficiente. Pienso en esto camino de un ayuntamiento donde el onírico proyecto de traducir Estellés al vasco se perderá en irremediables vericuetos burocráticos. En la estación de Ademuz me encuentro con Antonio que está fregando -con mocho y cubo- la estación de metro para dar ejemplo a la ciudadanía (quien no conozca a Antonio esto le sonará a marciano). Nos acompañamos hasta Paterna. Me comenta que está preparando un golpe de estado. Esta misma mañana se presentará ante los Juzgados de Paz para solicitar una entrevista en Madrid con el Fiscal Anticorrupción con el fin de solicitarle la ilegalización del Partido Popular y el PSOE. "Me parece lógico", apostilla. Lo dejo en las puertas del juzgado, me dice que cuenta conmigo para el puesto de Director General de Seguridad Nacional. Acepto encantado. Posterior encuentro con Rosario que me da un baño de realidad que me recuerda que la revista no debe quedar incrustrada en un guetto intelectual ajeno a lo que está pasando en la calle ni emplear un lenguaje lo suficientemente ininteligible para que, por incomprensible, suene interesante. ¿Podremos hacer una revista cultural a partir de un rigor dicharachero o tendremos que caer necesariamente en una solemnidad plomiza y autocomplaciente? ¿Podremos ser divulgativos sin resultar banales?
Después, debate sobre si la literatura social debe ser respaldada por su condición literaria o por su condición social (y cómo combinar ambas). Porque hay gente que no tiene nada que contar pero lo sabe contar muy bien y otros con más experiencias más interesantes pero que no saben cómo contarlas (¿qué hacemos con eso? ¿Algo tendrá que decir una revista que se llama Bostezo, no?)… ¿acaso la forma debe imponerse siempre sobre el fondo? ¿Qué hacemos con la transmisión de conocimientos de los que no cuentan con las suficientes herramientas para transmitirlos? Como respuesta, os remito al primer número de la revista. Sólo ella nos dirá si supimos integrar las dispersas nociones que engloban ese concepto indefinible que entendemos por cultura…

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