Hay ocasiones que los personajes parecen surgidos de fantásticas visiones etílicas; pero son reales, o al menos se manifiestan en el mismo plano de irrealidad que el mío... como el marroquí Abraham y el guineano-conakry Ibrahim, compañeros noctámbulos por Lavapiés, barrio donde la interculturalidad se bate en la calle y no en simposios, jornadas ni cocteles. Llevaba una semana queriendo homenajearles en este blog, ¿cómo hablar de dos africanos tan entrañables como caraduras (jo-putas) sin que quede excesivamente anecdótico?
A Ibrahim lo conocí en la puerta del Candela, garito-guay de la noche madrileña. Iba vestido con un traje tradicional -una holgada túnica blanca con manchas negras que le llegaba hasta los tobillos- que su madre, afirmaba orgulloso, le había enviado hacia tres días desde Guinea. En ese momento, el mazas ucraniano del Candela le prohibía la entrada porque, según decía, el negro iba disfrazado de "payaso". Intenté explicarle que es como si un baile folklórico de Ucrania fuese confundido en España por una tara física. No me entendió. Nos fuímos a un lugar más sórdido, guiados por Abraham, que se sumó al boicot del Candela (es lo que suele ocurrir cuando un ucraniano califica de" payaso" a un traje tradicional de Guinea Conakry: que aparece un marroquí indignado).
Acabamos en un antro de cuyo nombre no puedo acordarme, donde el dueño también era el que transitaba con la farlopa y mujeres despechadas ofrecían su amor desdentado a cambio de un trago de amoniaco. La policía se pasó un par de veces a hacer la vista gorda. Un lugar perfecto para perder el tiempo (en caso de que no haya que madrugar la noche siguiente). "Somos diferentes según la religión, pero iguales en la discoteca", decía Abraham en perfecto español mientras buscaba otro tubito.
La aparición de Abraham e Ibrahim me hizo pensar en la posibilidad de dedicar un dossier a la inmigración, pero huyendo de los dos puntos de vista que se manejan socialmente sobre la cuestión: a) la lastimera, de pobrecitos miserables injustamente tratados (propia de ONGs y la Montero) y b) la de asociar inmigración a delincuencia y otros problemas, tan propia de la derecha más rancia.
Creo que el inmigrante se enfrenta a un problema antropológico: la sociedad mayoritaria es incapaz de verlo como un ser autónomo, sólo percibe el reflejo del "otro" -distinto, extraño- surgido de una imagen adulterada por estereotipos emitidos desde el ángulo escogido por el receptor. Me fijé la otra noche con Abraham e Ibrahim: los cazurros que se les acercaban lo hacian sin percibir que tenían enfrente a dos humanos; para ellos eran un moro y un negro (objetos) a los que se dignaban a hablar (que no a escuchar)... toleraban su presencia. Tolerancia: estúpido concepto a erradicar, ¿quién es quién para tolerar a quién? No lo tolero.
En definitiva, que si preparamos un dossier sobre inmigración habrá que ir con cuidado para no caer en falsos criterios y solidarias sandeces.
29 abr 2008
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1 comentario:
http://www.lafieraliteraria.com/tontitas.htm
A bote pronto. Hay mucho más en La Fiera contra Rosa Montero.
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