30 abr 2008
29 abr 2008
Abraham e Ibrahim
Hay ocasiones que los personajes parecen surgidos de fantásticas visiones etílicas; pero son reales, o al menos se manifiestan en el mismo plano de irrealidad que el mío... como el marroquí Abraham y el guineano-conakry Ibrahim, compañeros noctámbulos por Lavapiés, barrio donde la interculturalidad se bate en la calle y no en simposios, jornadas ni cocteles. Llevaba una semana queriendo homenajearles en este blog, ¿cómo hablar de dos africanos tan entrañables como caraduras (jo-putas) sin que quede excesivamente anecdótico?
A Ibrahim lo conocí en la puerta del Candela, garito-guay de la noche madrileña. Iba vestido con un traje tradicional -una holgada túnica blanca con manchas negras que le llegaba hasta los tobillos- que su madre, afirmaba orgulloso, le había enviado hacia tres días desde Guinea. En ese momento, el mazas ucraniano del Candela le prohibía la entrada porque, según decía, el negro iba disfrazado de "payaso". Intenté explicarle que es como si un baile folklórico de Ucrania fuese confundido en España por una tara física. No me entendió. Nos fuímos a un lugar más sórdido, guiados por Abraham, que se sumó al boicot del Candela (es lo que suele ocurrir cuando un ucraniano califica de" payaso" a un traje tradicional de Guinea Conakry: que aparece un marroquí indignado).
Acabamos en un antro de cuyo nombre no puedo acordarme, donde el dueño también era el que transitaba con la farlopa y mujeres despechadas ofrecían su amor desdentado a cambio de un trago de amoniaco. La policía se pasó un par de veces a hacer la vista gorda. Un lugar perfecto para perder el tiempo (en caso de que no haya que madrugar la noche siguiente). "Somos diferentes según la religión, pero iguales en la discoteca", decía Abraham en perfecto español mientras buscaba otro tubito.
La aparición de Abraham e Ibrahim me hizo pensar en la posibilidad de dedicar un dossier a la inmigración, pero huyendo de los dos puntos de vista que se manejan socialmente sobre la cuestión: a) la lastimera, de pobrecitos miserables injustamente tratados (propia de ONGs y la Montero) y b) la de asociar inmigración a delincuencia y otros problemas, tan propia de la derecha más rancia.
Creo que el inmigrante se enfrenta a un problema antropológico: la sociedad mayoritaria es incapaz de verlo como un ser autónomo, sólo percibe el reflejo del "otro" -distinto, extraño- surgido de una imagen adulterada por estereotipos emitidos desde el ángulo escogido por el receptor. Me fijé la otra noche con Abraham e Ibrahim: los cazurros que se les acercaban lo hacian sin percibir que tenían enfrente a dos humanos; para ellos eran un moro y un negro (objetos) a los que se dignaban a hablar (que no a escuchar)... toleraban su presencia. Tolerancia: estúpido concepto a erradicar, ¿quién es quién para tolerar a quién? No lo tolero.
En definitiva, que si preparamos un dossier sobre inmigración habrá que ir con cuidado para no caer en falsos criterios y solidarias sandeces.
A Ibrahim lo conocí en la puerta del Candela, garito-guay de la noche madrileña. Iba vestido con un traje tradicional -una holgada túnica blanca con manchas negras que le llegaba hasta los tobillos- que su madre, afirmaba orgulloso, le había enviado hacia tres días desde Guinea. En ese momento, el mazas ucraniano del Candela le prohibía la entrada porque, según decía, el negro iba disfrazado de "payaso". Intenté explicarle que es como si un baile folklórico de Ucrania fuese confundido en España por una tara física. No me entendió. Nos fuímos a un lugar más sórdido, guiados por Abraham, que se sumó al boicot del Candela (es lo que suele ocurrir cuando un ucraniano califica de" payaso" a un traje tradicional de Guinea Conakry: que aparece un marroquí indignado).
Acabamos en un antro de cuyo nombre no puedo acordarme, donde el dueño también era el que transitaba con la farlopa y mujeres despechadas ofrecían su amor desdentado a cambio de un trago de amoniaco. La policía se pasó un par de veces a hacer la vista gorda. Un lugar perfecto para perder el tiempo (en caso de que no haya que madrugar la noche siguiente). "Somos diferentes según la religión, pero iguales en la discoteca", decía Abraham en perfecto español mientras buscaba otro tubito.
La aparición de Abraham e Ibrahim me hizo pensar en la posibilidad de dedicar un dossier a la inmigración, pero huyendo de los dos puntos de vista que se manejan socialmente sobre la cuestión: a) la lastimera, de pobrecitos miserables injustamente tratados (propia de ONGs y la Montero) y b) la de asociar inmigración a delincuencia y otros problemas, tan propia de la derecha más rancia.
Creo que el inmigrante se enfrenta a un problema antropológico: la sociedad mayoritaria es incapaz de verlo como un ser autónomo, sólo percibe el reflejo del "otro" -distinto, extraño- surgido de una imagen adulterada por estereotipos emitidos desde el ángulo escogido por el receptor. Me fijé la otra noche con Abraham e Ibrahim: los cazurros que se les acercaban lo hacian sin percibir que tenían enfrente a dos humanos; para ellos eran un moro y un negro (objetos) a los que se dignaban a hablar (que no a escuchar)... toleraban su presencia. Tolerancia: estúpido concepto a erradicar, ¿quién es quién para tolerar a quién? No lo tolero.
En definitiva, que si preparamos un dossier sobre inmigración habrá que ir con cuidado para no caer en falsos criterios y solidarias sandeces.
No puedo con la Montero
Sé que se ha convertido en un blanco fácil pero es que la columnista Rosa Montero me provoca una repulsa morbosa (me pasa lo mismo con Ana Botella, pero en otros términos)… aunque detesto su estilo panfletario no puedo dejar de leerla (¿lo hará a propósito?). Deberían de darle el premio al Periodismo Lacrimógeno. Hoy se presenta como defensora de la diversidad eco-lingüística (el prefijo eco- se ha convertido en salvaguarda ética: eco-contaminantes, eco-revista, eco-central nuclear) con la misma eco-desfachatez con la que otros días se declara adalid de la causa saharaui, de las ballenas canadienses o del vecindario del barrio sevillano de La Paloma. La inocua solidaridad de la Montero no conoce fronteras. Al menos debería apagar el aire acondicionado mientras escribe sus textos, porque se percibe demasiado su postura aburguesada-buen-rollera; me la imagino en ropa interior por su casa, camino al ordenador mientras piensa: “A ver a qué eco-causa me adscribo hoy”… sus textos son una mezcla de anécdotas extraídas de google y frases con tonadilla humanitaria como “acongoja imaginar esa gigantesca masacre silenciosa” o “me irrita profundamente el abandono que sufren esos animales”. Esta eco-mujer no tiene remedio. Lo preocupante es que siga siendo una de las columnistas referentes de uno de los periódicos supuestamente respetables de este eco-país. Lamentable.
25 abr 2008
Enfoque editorial de la revista Bostezo
ENTRE EL ESTUPOR
El actor Guillermo Toledo fue interceptado por Bostezo en lo alto de una duna sahariana (fijense en la incipiente barriguita del entrevistador, no parece haber sufrido mucha hambruna en un campo de refugiados). Entrevistador y entrevistado mantuvieron un ríspido diálogo sobre las dificultades de transformar el orden mundial a causa de la flexibilidad mostrada por el capitalismo para asumir, dentro de sus redes económico-políticas, los preceptos de los sistemas de organización contrarios a sus tesis. En sus rostros se denota el análisis sesudo, la disección minuciosa y el estupor que les provoca una situación de la que, sin duda, están preocupados por las tremendas consecuencias que pueda acarrear a la humanidad hasta el fin de sus días.
...Y EL DESENFADO
Entrevistador y entrevistado se volvieron a encontrar unas horas más tarde. Más relajados pudieron departir de forma tan entrañable como batracia sobre las singulares maneras que tiene el ser humano de malgastar su tiempo. El Willy Toledo es un famosete de ir por casa, un tipo peculiar que te lo puedes imaginar insertado en el glamour cultural pero también comprándose unas alpargatas de segunda mano o buscando sus pantalones en casa ajena después de una noche de farra.
El actor Guillermo Toledo fue interceptado por Bostezo en lo alto de una duna sahariana (fijense en la incipiente barriguita del entrevistador, no parece haber sufrido mucha hambruna en un campo de refugiados). Entrevistador y entrevistado mantuvieron un ríspido diálogo sobre las dificultades de transformar el orden mundial a causa de la flexibilidad mostrada por el capitalismo para asumir, dentro de sus redes económico-políticas, los preceptos de los sistemas de organización contrarios a sus tesis. En sus rostros se denota el análisis sesudo, la disección minuciosa y el estupor que les provoca una situación de la que, sin duda, están preocupados por las tremendas consecuencias que pueda acarrear a la humanidad hasta el fin de sus días.
...Y EL DESENFADO
Entrevistador y entrevistado se volvieron a encontrar unas horas más tarde. Más relajados pudieron departir de forma tan entrañable como batracia sobre las singulares maneras que tiene el ser humano de malgastar su tiempo. El Willy Toledo es un famosete de ir por casa, un tipo peculiar que te lo puedes imaginar insertado en el glamour cultural pero también comprándose unas alpargatas de segunda mano o buscando sus pantalones en casa ajena después de una noche de farra.
12 abr 2008
El 23-F no existe
(Para el dossier LA INFORMACIÓN COMO SOSPECHA estamos organizando una mesa redonda sobre el 23-F en Valencia, coordinada por David Barberá y con la participación de periodistas y autoridades que vivieron aquel polémico acontecimiento histórico. En este post, nuestra lúcida analista Barbate nos ofrece una introducción a una cuestión que sin duda levantará ampollas)
Una circunstancia sociohistórica cualquiera: el 23F de 1981. Un “golpito” -según un asesor del rey; por cierto y para quien lo dudara: el rey estaba en el ajo- que, si fracasó, no fue precisamente debido a la falta de entusiasmo facineroso de la Región Militar de Levante. Ahí estaban los tanques apuntando al Ayuntamiento de Valencia, el centro cortado por camiones de lona verde, el toque de queda, el bando emitido por todas las radios. Ni en Madrid, la capital más reaccionaria de Occidente, la del esperpento tejeril, llegaron tan lejos. ¡Ah! El aroma al lubricante de las orugas de los blindados se maridó con los primeros efluvios de azahar y con la brisa marina, aquel febrero, en el puerto más oriental del Mediterráneo Norte. Amunt Valencia.
Para el periodista de derechas, cuarentón a la sazón y hoy francamente mayor, un simple “suceso”. La aventura personal de un militar, Milans del Bosch, que a fuerza de ser retrógrado ni siquiera era franquista sino primorriverista. Lo que ocurrió es que Milans, ebrio de pronunciamientitis, gritó “a mí la legión” y el resto de los capitanes generales, ya fuera por borrachos (el de Sevilla), por torpes (el de La Coruña), por demócratas (el de Las Canarias) o por cobardes y/o calculadores (los cinco restantes) se quedaron calladitos y sin mover un dedo.
Para el historiador de izquierdas, entonces comenzando su estelar carrera académica y con la puntería conceptual todavía afilada, el golpe fracasó por constituir una aberración macroeconómica: “el golpe no podía triunfar porque el ejercito ya no era correa de transmisión de ninguna clase social dominante. Los oligopolistas del franquismo comprendieron que la única posibilidad de seguir controlando y acumulando capital era la internacionalización. La internacionalización significaba el Mercado Común Europeo, y para entrar en Europa era necesario ser un país democrático”. Punto y pelota.
Realidad, eres escurridiza, como la dignidad del trabajo asalariado.
Daría Barbate
Una circunstancia sociohistórica cualquiera: el 23F de 1981. Un “golpito” -según un asesor del rey; por cierto y para quien lo dudara: el rey estaba en el ajo- que, si fracasó, no fue precisamente debido a la falta de entusiasmo facineroso de la Región Militar de Levante. Ahí estaban los tanques apuntando al Ayuntamiento de Valencia, el centro cortado por camiones de lona verde, el toque de queda, el bando emitido por todas las radios. Ni en Madrid, la capital más reaccionaria de Occidente, la del esperpento tejeril, llegaron tan lejos. ¡Ah! El aroma al lubricante de las orugas de los blindados se maridó con los primeros efluvios de azahar y con la brisa marina, aquel febrero, en el puerto más oriental del Mediterráneo Norte. Amunt Valencia.
Para el periodista de derechas, cuarentón a la sazón y hoy francamente mayor, un simple “suceso”. La aventura personal de un militar, Milans del Bosch, que a fuerza de ser retrógrado ni siquiera era franquista sino primorriverista. Lo que ocurrió es que Milans, ebrio de pronunciamientitis, gritó “a mí la legión” y el resto de los capitanes generales, ya fuera por borrachos (el de Sevilla), por torpes (el de La Coruña), por demócratas (el de Las Canarias) o por cobardes y/o calculadores (los cinco restantes) se quedaron calladitos y sin mover un dedo.
Para el historiador de izquierdas, entonces comenzando su estelar carrera académica y con la puntería conceptual todavía afilada, el golpe fracasó por constituir una aberración macroeconómica: “el golpe no podía triunfar porque el ejercito ya no era correa de transmisión de ninguna clase social dominante. Los oligopolistas del franquismo comprendieron que la única posibilidad de seguir controlando y acumulando capital era la internacionalización. La internacionalización significaba el Mercado Común Europeo, y para entrar en Europa era necesario ser un país democrático”. Punto y pelota.
Realidad, eres escurridiza, como la dignidad del trabajo asalariado.
Daría Barbate
Minimalismo existencial
En el último año he disfrutado de tres periplos de alejamiento (y desconexión) del trepidante ritmo urbanita en el que me reconozco e inserto: la primera fue en Río Dulce, pequeña aldea guatemalteca donde una amiga trabaja en una isla-orfanato situada al otro lado del río; la segunda en Navolato, en el norteño estado mexicano de Sinaloa, donde habité una solitaria casa frente al mar, generosamente prestada por un ex ejecutivo mexicano que había conocido en una cantina de Guadalajara. La tercera, en el desierto del Sáhara, donde me encuentro ahora.
Cada vez que me alejo por un rato de los ruidos citadinos, reflexiono sobre la cantidad de artificios y oropeles con los que embadurno mi transitar existencial. No se trata de convertirse en un buen salvaje u hombre cavernario, sino de saber diferenciar mis necesidades básicas (de las que puedo extraer satisfacción) de las impuestas socialmente (que me causarán frustraciones, quebraderos de cabeza y excitación de hemorroides).
Resido en una tienda ubicada en una base de cooperación internacional, en el corazón de los campamentos de refugiados saharauis. Aquí mis mínimos existenciales de hombre contemporáneo están garantizados: aunque no haya bar, sí que hay algún vecino de tienda dispuesto a compartir unos tragos de alguna botella que trajo la última vez que viajó a la ciudad; el hecho de que no haya bibliotecas incluso puede resultar beneficioso: uno se vuelve más selectivo con las lecturas que carga en la mochila; aunque no haya cine, las películas en un portátil se disfrutan más contempladas en un desierto que es de arena pero que también se define por la ausencia de eventos prescindibles: cenas sociales, presentaciones de libros, entrega de premios, conciertos, conversaciones triviales, visitas incómodas… Por tener, tengo hasta interné, cobertura en el móvil y una chinita escondida en un tablero de backgammon; insisto que no me reconozco en el hombre cavernario, sino en el hombre liberado de asuntos absurdamente considerados imprescindibles. No es fácil, lo sé, la batalla es titánica contra las necesidades impuras: búsqueda de reconocimiento exterior, inflación de expectativas laborales, presiones familiares (ciertas o fabuladas), exhibicionismo del ego, sobreestimación social del propio talento… todo ello me convierte en un ser en constante contradicción con su yo interno, que sólo me exige un minimalismo existencial que cubra mis necesidades básicas y rechace las otras. Esa es mi lucha.
Como podréis imaginar dispongo de un montón de tiempo para mí mismo, que empleo en recuperar la perspectiva de quién soy y qué espero de estas vacaciones que nos otorga la muerte (lo que vulgarmente conocemos como vida). También dejo un hueco para Bostezo; desde esta oficina sahariana trabajo en el enfoque editorial de LA INFORMACIÓN COMO SOSPECHA, el ángulo que cohesione los diferentes artículos de los que se compondrá el dossier. Pero ese será otro post. Ya os iré contando.
Cada vez que me alejo por un rato de los ruidos citadinos, reflexiono sobre la cantidad de artificios y oropeles con los que embadurno mi transitar existencial. No se trata de convertirse en un buen salvaje u hombre cavernario, sino de saber diferenciar mis necesidades básicas (de las que puedo extraer satisfacción) de las impuestas socialmente (que me causarán frustraciones, quebraderos de cabeza y excitación de hemorroides).
Resido en una tienda ubicada en una base de cooperación internacional, en el corazón de los campamentos de refugiados saharauis. Aquí mis mínimos existenciales de hombre contemporáneo están garantizados: aunque no haya bar, sí que hay algún vecino de tienda dispuesto a compartir unos tragos de alguna botella que trajo la última vez que viajó a la ciudad; el hecho de que no haya bibliotecas incluso puede resultar beneficioso: uno se vuelve más selectivo con las lecturas que carga en la mochila; aunque no haya cine, las películas en un portátil se disfrutan más contempladas en un desierto que es de arena pero que también se define por la ausencia de eventos prescindibles: cenas sociales, presentaciones de libros, entrega de premios, conciertos, conversaciones triviales, visitas incómodas… Por tener, tengo hasta interné, cobertura en el móvil y una chinita escondida en un tablero de backgammon; insisto que no me reconozco en el hombre cavernario, sino en el hombre liberado de asuntos absurdamente considerados imprescindibles. No es fácil, lo sé, la batalla es titánica contra las necesidades impuras: búsqueda de reconocimiento exterior, inflación de expectativas laborales, presiones familiares (ciertas o fabuladas), exhibicionismo del ego, sobreestimación social del propio talento… todo ello me convierte en un ser en constante contradicción con su yo interno, que sólo me exige un minimalismo existencial que cubra mis necesidades básicas y rechace las otras. Esa es mi lucha.
Como podréis imaginar dispongo de un montón de tiempo para mí mismo, que empleo en recuperar la perspectiva de quién soy y qué espero de estas vacaciones que nos otorga la muerte (lo que vulgarmente conocemos como vida). También dejo un hueco para Bostezo; desde esta oficina sahariana trabajo en el enfoque editorial de LA INFORMACIÓN COMO SOSPECHA, el ángulo que cohesione los diferentes artículos de los que se compondrá el dossier. Pero ese será otro post. Ya os iré contando.
9 abr 2008
¡Qué miedo me da el miedo!
Después de mucho caminar he llegado a la conclusión de que el miedo es PELIGROSO, causa y consecuencia de infortunios y desdichas (tanto personales como colectivas). Slógan para pintada callejera: "El miedo engrendra odio, el odio engendra violencia, la violencia engendra pánico".
Reunión de trabajo en Orán
"Desgraciadamente, tenemos petróleo", sería el titular del diálogo que mantuvimos con Kamel Dabourd, periodista argelino de Il Quotidien d´Oran y colaborador de la revista Bostezo. En efecto, da la sensación de que Argelia vive una hiperdesarrollo sin ningún tipo de planificación. Por sus riquezas naturales, al país le sobra el dinero, por lo que el poder decide fomentar una cultura del despilfarro y la ostentación desestructurada. Claro que estoy hablando del norte el país, la zona más poblada, donde se arrebujan los núcleos urbanos; en el sur sobreviven nómadas bereber y tuareg que, como diría el poeta Alejandro Morales sobre los indígenas en México, "están en otro pinche rock-and-roll".
Kamel aceptó nuestra propuesta de colaboración en el dossier LA INFORMACIÓN COMO SOSPECHA. Desde su posición de periodista con visión global, escribirá sobre los estereotipos que manejan los medios de comunicación argelinos y europeos en su malévola definición de qué es Occidente y el Magreb, respectivamente.
Kamel aceptó nuestra propuesta de colaboración en el dossier LA INFORMACIÓN COMO SOSPECHA. Desde su posición de periodista con visión global, escribirá sobre los estereotipos que manejan los medios de comunicación argelinos y europeos en su malévola definición de qué es Occidente y el Magreb, respectivamente.
Tan cerca, tan lejos
Cuarenta y cinco minutos separan el aeropuerto de Barcelona y el de Árgel, una distancia temporal que disminuye a casi la mitad desde el de Alicante al de Orán. Aún así, nos tragamos la idea de que las sociedades magrebís son lejanas, inhóspitas, ajenas a la nuestra. Un desconocimiento mutuo que nos hace pensar que están más lejos de lo que realmente están.
Mis primeras impresiones argelinas son las de una sociedad que se mueve entre la influencia francesa de una clase formada que mira más a Europa que al sur del país (en muchos de sus rincones, Argel no es tan diferente de Marsella o Niza) y la arabización que algunos sectores conservadores pretenden instalar en el seno de la sociedad. En el medio se mueve la gran mayoría de la población que, como siempre, no cuenta con el eco de los medios de comunicación occidentales, que prefieren alimentar una sensación de pánico extremista y odio al occidental. Transcribo una cita de Neil Postman: "Nosotros no vemos la realidad tal y como es, sino que la vemos a través de nuestros lenguajes. Y esos lenguajes son nuestros medios de comunicación. Los medios son nuestras metáforas. Y las metáforas crean el contenido de nuestra cultura"... Islamismo, fundamentalismo, musulmanes, integristas, árabes, magrebies,.. conceptos ambiguos que utilizamos alegremente sin caer en sus matices diferenciales, por lo que los acabamos vaciando de su contenido semiótico.
Argelia es como ese vecino de la puerta de enfrente al que juzgamos como extraño porque somos incapaces de acercanos a él y conocerlo, por lo que acabamos definiéndolo con estereotipos y prejuicios. También podría intentarlo él, pero piensa que los extraños somos nosotros. Mutua ignorancia: desconocimiento mutuo: miedo compartido.
Mis primeras impresiones argelinas son las de una sociedad que se mueve entre la influencia francesa de una clase formada que mira más a Europa que al sur del país (en muchos de sus rincones, Argel no es tan diferente de Marsella o Niza) y la arabización que algunos sectores conservadores pretenden instalar en el seno de la sociedad. En el medio se mueve la gran mayoría de la población que, como siempre, no cuenta con el eco de los medios de comunicación occidentales, que prefieren alimentar una sensación de pánico extremista y odio al occidental. Transcribo una cita de Neil Postman: "Nosotros no vemos la realidad tal y como es, sino que la vemos a través de nuestros lenguajes. Y esos lenguajes son nuestros medios de comunicación. Los medios son nuestras metáforas. Y las metáforas crean el contenido de nuestra cultura"... Islamismo, fundamentalismo, musulmanes, integristas, árabes, magrebies,.. conceptos ambiguos que utilizamos alegremente sin caer en sus matices diferenciales, por lo que los acabamos vaciando de su contenido semiótico.
Argelia es como ese vecino de la puerta de enfrente al que juzgamos como extraño porque somos incapaces de acercanos a él y conocerlo, por lo que acabamos definiéndolo con estereotipos y prejuicios. También podría intentarlo él, pero piensa que los extraños somos nosotros. Mutua ignorancia: desconocimiento mutuo: miedo compartido.
2 abr 2008
Daría Barbate: "La poesía es la banda ancha de la comunicación interpersonal"
Daría Barbate es una poeta chilena, nacida en 1984 y residente en Benimamet (Valencia). Llegó con 12 años al Reino Unido y allí descubrió “al mismo tiempo y con similar estupor a William Carlos Williams y a Victoria Beckham”. Escribe poesía en inglés y publica con regularidad en el blog poético “Brighton is beachless” (www.beachlessbrighton.blogspot.uk), galardonado con los Cybertext Awards. Actualmente disfruta del primer año de una beca predoctoral Madame Curie en el Instituto de Economía Aplicada de la Universitat de Valencia. Parte de su obra ha sido traducida al castellano por Jacinto Bidagoir, el autor de esta entrevista, en una serie de powerpoints serigrafiados. “Curtain (Telón)” es un inédito.
TELÓN
Telón,
penumbra del viento negro,
del mal que te vas a morir
te absuelve. Fantasía,
centro de operaciones,
laboratorio de El País Semanal,
simulación sin pócima.
Ocho años que no salgo
de viaje, que no voy en coche
que trabajo en lo mismo.
Repetición de ti, se impronta
en mi hipocampo, la ceniza
de tu integridad se deshace
en anillos, en mi frente
siempre encuentra sitio.
Tengo miedo a que me descubras,
tan mínima, admirándote.
JACINTO BIDAGOIR: ¿Qué lecturas o poetas te están dando pistas últimamente de por dónde puede ir la poesía que te demanda tu exigencia moral y estética?
DARÍA BARBATE: He leído hace poco Anábasis, de Saint-John Perse, y lo he leído con gusto y provecho. Aunque me atraen algunos temas de Perse (como la épica, tan olivdada en el s.XX), muchos otros (como la botánica, por ejemplo) me son indiferentes. Sin embargo, ha habido algo... Es difícil de explicar...
JB: Has sentido cierta empatía, cierta afinidad...
DB: No, no, yo no diría eso... La verdad es que he entendido muy poco. Con Perse, como con René Char o Edmund Jabés, y en general con cierta poesía francesa contemporánea del existencialismo, me pasa algo muy curioso: las palabras se correlacionan con el sentido en un 25% de las ocasiones, y durante no más de dos frases seguidas (suele ser prosa poética).
Con todo, y a diferencia de lo que me sucede con la novela o el ensayo, en las que responsabilizo al autor por su falta de deferencia con mis capacidades, me siento satisfecha.
JB. ¿Pero cómo es posible estar satisfecho si no entiendes lo que lees?
DB. Bueno, es un hecho que la gran mayoría de hispanohablantes no entendemos las letras de los artistas y grupos anglosajones que forman parte importante de nuestras vidas o en los que, al menos, invertimos dinero para comprar los cd’s o tiempo para bajar las canciones de Internet. De hecho, tengo la teoría de que son fenómenos paralelos. Con la invención del gramófono, la música popular empezó a traspasar las propias fronteras: los franceses al principio y posteriormente los anglosajones empezaron a exportar canciones. Por entonces muy poca gente entendía estas canciones, y hoy en día la proporción ha aumentado tan sólo a un 8% de la población, según un estudio reciente del INE. Pues bien, yo creo que la poesía se ha visto afectada por este fenómeno; no es nada nuevo, es obvio que la novela se ha visto afectada por la aparición del cine y la pintura por la invención de la fotografía. La poesía, que al fin de al cabo tiene mucho que ver con la música, ha dejado de entenderse fuera de Inglaterra y Estados Unidos tras la invasión de la música popular anglosajona.
JB Pero hay poetas anglosajones muy herméticos, como Dylan Thomas
DB Sí, bueno...Yo creo que Dylan Thomas es cristalino comparado con Saint-John Perse. Pero es una objeción válida, tendré que revisar mi teoría. En cualquier caso, a lo que me refería es que la pérdida de densidad de significado puede conllevar la ambición de intentar comprimirlo al máximo. Cualquier cosa puede significar todo, así que teóricamente sería posible constreñir ese todo a una forma textual cualquiera, como un agujero negro que atrajera inexorablemente el sentido.
JB Pero eso no es un fenómeno del siglo XX. Por ejemplo, el barroco pretendía algo muy similar con el conceptismo.
DB Sí, en fin... a todo puede ponérsele peros. De todas maneras, hay que reconocer que esa aspiración teórica al significado comprimido es ambiciosa. Una ambición ciudadana más que semántica: la pretensión de intercambio máximo de información con menor gasto. Algo así como la banda ancha de la comunicación interpersonal. Esa ambición es precisamente lo que me atrae de la escritura poética, la sensación de omnipotencia, de absoluto compromiso con lo fundado. Creo que de hecho sin cierta clase de ambición imprudente no hay creatividad: se lo debemos todo a la vida, y por eso debemos ser humildes. Pero no le debemos nada a la literatura, y podemos proponer lo que nos plazca.
TELÓN
Telón,
penumbra del viento negro,
del mal que te vas a morir
te absuelve. Fantasía,
centro de operaciones,
laboratorio de El País Semanal,
simulación sin pócima.
Ocho años que no salgo
de viaje, que no voy en coche
que trabajo en lo mismo.
Repetición de ti, se impronta
en mi hipocampo, la ceniza
de tu integridad se deshace
en anillos, en mi frente
siempre encuentra sitio.
Tengo miedo a que me descubras,
tan mínima, admirándote.
JACINTO BIDAGOIR: ¿Qué lecturas o poetas te están dando pistas últimamente de por dónde puede ir la poesía que te demanda tu exigencia moral y estética?
DARÍA BARBATE: He leído hace poco Anábasis, de Saint-John Perse, y lo he leído con gusto y provecho. Aunque me atraen algunos temas de Perse (como la épica, tan olivdada en el s.XX), muchos otros (como la botánica, por ejemplo) me son indiferentes. Sin embargo, ha habido algo... Es difícil de explicar...
JB: Has sentido cierta empatía, cierta afinidad...
DB: No, no, yo no diría eso... La verdad es que he entendido muy poco. Con Perse, como con René Char o Edmund Jabés, y en general con cierta poesía francesa contemporánea del existencialismo, me pasa algo muy curioso: las palabras se correlacionan con el sentido en un 25% de las ocasiones, y durante no más de dos frases seguidas (suele ser prosa poética).
Con todo, y a diferencia de lo que me sucede con la novela o el ensayo, en las que responsabilizo al autor por su falta de deferencia con mis capacidades, me siento satisfecha.
JB. ¿Pero cómo es posible estar satisfecho si no entiendes lo que lees?
DB. Bueno, es un hecho que la gran mayoría de hispanohablantes no entendemos las letras de los artistas y grupos anglosajones que forman parte importante de nuestras vidas o en los que, al menos, invertimos dinero para comprar los cd’s o tiempo para bajar las canciones de Internet. De hecho, tengo la teoría de que son fenómenos paralelos. Con la invención del gramófono, la música popular empezó a traspasar las propias fronteras: los franceses al principio y posteriormente los anglosajones empezaron a exportar canciones. Por entonces muy poca gente entendía estas canciones, y hoy en día la proporción ha aumentado tan sólo a un 8% de la población, según un estudio reciente del INE. Pues bien, yo creo que la poesía se ha visto afectada por este fenómeno; no es nada nuevo, es obvio que la novela se ha visto afectada por la aparición del cine y la pintura por la invención de la fotografía. La poesía, que al fin de al cabo tiene mucho que ver con la música, ha dejado de entenderse fuera de Inglaterra y Estados Unidos tras la invasión de la música popular anglosajona.
JB Pero hay poetas anglosajones muy herméticos, como Dylan Thomas
DB Sí, bueno...Yo creo que Dylan Thomas es cristalino comparado con Saint-John Perse. Pero es una objeción válida, tendré que revisar mi teoría. En cualquier caso, a lo que me refería es que la pérdida de densidad de significado puede conllevar la ambición de intentar comprimirlo al máximo. Cualquier cosa puede significar todo, así que teóricamente sería posible constreñir ese todo a una forma textual cualquiera, como un agujero negro que atrajera inexorablemente el sentido.
JB Pero eso no es un fenómeno del siglo XX. Por ejemplo, el barroco pretendía algo muy similar con el conceptismo.
DB Sí, en fin... a todo puede ponérsele peros. De todas maneras, hay que reconocer que esa aspiración teórica al significado comprimido es ambiciosa. Una ambición ciudadana más que semántica: la pretensión de intercambio máximo de información con menor gasto. Algo así como la banda ancha de la comunicación interpersonal. Esa ambición es precisamente lo que me atrae de la escritura poética, la sensación de omnipotencia, de absoluto compromiso con lo fundado. Creo que de hecho sin cierta clase de ambición imprudente no hay creatividad: se lo debemos todo a la vida, y por eso debemos ser humildes. Pero no le debemos nada a la literatura, y podemos proponer lo que nos plazca.
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